Un clic brusco me hace caer en cuenta de que no tengo porque llorar y de que esa sensación de soledad me abandono. Miro a mi alrededor y de un momento a otro me llene de gente. Abro los ojos y me quedo en seco cuando los veo sonriéndome y con esa sinceridad que se siente el aire. Ellos se interesan por mi, yo me intereso por ellos. Y es que ya no tengo un motivo razonable para dejarme derrumbar.