Se trataba de un chico, de unos 20 años, que nunca había salido de su pequeño y alejado pueblo donde había vivido desde que fue concebido. Era un pueblo tan minúsculo y alejado de las costumbres del actual siglo que hacía muchos años que ninguna persona pasaba por ahí. Los que habitaban eran siempre de las mismas familias. Este chico cansado de que todo sea lo mismo siempre, y de la represión y necesidad de libertad que tenía decide irse a conocer el mundo. El no era especial de algún mundo, no tenía talento único, ni era diferente por algún aspecto físico, pasaba desapercibido entre el montón. El joven fue a su habitación, que compartía con otros dos hermanos, saca de una caja de zapato que tenia debajo de su cama y donde tenía todos sus ahorros. Con una cantidad de dinero que le duraría para solo dos días más el pasaje de ida, se compra un pasaje para ir a una ciudad muy grande, y de la que siempre oyó hablar. Se despide de sus familiares atreves de una carta, él sabía que no tomaría la noticia de buena manera, pero no quería que nadie le haga arrepentirse de su decisión.
A los meses de haberse ido él se da cuenta de que las cosas no serian tan sencillas como pensaba. El dinero se había acabado, y con sus estudios de secundaria, que eran bastantes precarios, y los conocimientos en animales que tenia no conseguía un trabajo decente.
 Luego de pasar un par de noches en la calle, al no tener un lugar para estar empieza a sopesar la idea de volver con su familia. Esa noche, mientras caminaba en busca de un lugar donde dormir, encuentra un par de personas hablando en una esquina. El camino por al lado de estas, vestido con sus ropas rotosas, y sucio. Una de las mujeres se dirige a él:
-¿Te encuentras bien?-. Le dice con una voz cálida. El sintió una chispa de esperanza, encontrando algo de humanidad en esta fría ciudad.
-  Si señorita, no se preocupe por mi- Le contesto con una sonrisa, en sus ojos se reflejaba la ingenuidad de un chico de campo.
- ¿A dónde te diriges?-
- Busco un lugar para pasar la noche.- Dijo este, clavando la mirada en el suelo con vergüenza. La chica miro a sus acompañantes, y les sonrió.
-Si quieres yo tengo lugar en mi casa, no sería ninguna molestia que vengas a mi casa. Se nota que eres un buen chico.
Así fue como este chico pensó que la vida le había sonreído, y que su suerte cambiaria. Esta mujer le consiguió un trabajo. Lo único que tenía que hacer era llevar una serie de paquetes a diferentes lugares.  El era feliz, y de apoco se empezó a enamorar de esta mujer. Era un amor que rozaba la obsesión, la veía como un ángel.
Un día tuvo que llevar estos paquetes a unos barrios alejados de donde el acostumbraba a manejarse. Se perdió. Luego sintió que unas personas lo empezaban a seguir, al darse cuenta comenzó a caminar más rápido. Estas personas, lo alcanzaron. El les pregunto que querían pero ellos no le respondieron, mientras uno lo golpeaba con salvajismo, otro revisaba el bolso que cargaba. Al darse cuenta que era lo que contenía este, le dice a su “amigo” que deje al muchacho y al entender porque le daba esta orden corren ambos. El joven quedo en el suelo, desconcertado. En pocos segundos caen unas personas uniformadas. Se lo llevaron detenido. 
Luego de tres días detenido, el fiscal que le había designado le explica el porqué estaba preso. Le cuenta que lo estaban usando para que reparta droga por diferentes zonas, y que si él decía la persona que lo había obligado a hacer esto, la pena seria menor. Este chico no podía entender lo que sucedía, esa mujer que tanto había cuidado por él, a la que el amaba lo había traicionado, usado, abusado de su ingenuidad.
A pesar de todo esto, el nunca cuenta la verdad para proteger a la mujer que amo, y sigue amando. Todos los días sueña que ella vendrá un día a visitarlo y le contara porque le hiso eso, y le declarara su amor por él. Desde entonces esta encerrado. La ingenuidad y la bondad fueron sus verdaderos delitos.